Modernizar al indio michoacano
Redacción
Modernizar al indio michoacano. El proyecto educativo del Internado Indígena de Paracho «Vasco de Quiroga» (1935-1972), es un libro donde se reconstruye la historia del Internado Indígena de Paracho en el periodo que va desde su fundación en 1935 hasta 1972, año en el que la institución adoptó el sistema de educación bilingüe. Se trata de un análisis desde la historia de la educación, que se ocupa del estudio de uno de los proyectos más importantes del indigenismo posrevolucionario y que se inscribió en los múltiples experimentos sociales que tuvieron su sede en Michoacán durante la primera mitad del siglo XX. Heredero de la experiencia de la “Casa del Estudiante Indígena”, considerada como el primer experimento psicológico colectivo con indios, el Internado Indígena de Paracho se propuso rebasar las inconsistencias de los proyectos de educación indígena que lo precedieron y desarrollar un ambicioso programa de socialización que formaría a los indígenas michoacanos que requería el país.
Para dar cuenta de la importancia y devenir del proyecto, en las páginas que forman este libro se observan los debates políticos, científicos e intelectuales en torno al problema indígena y al papel asignado a la educación para solucionarlo; se analiza la manera en que se construyó y transformó el proyecto educativo mediante las instancias encargadas de su administración y se muestra el impacto que los debates antropológicos y pedagógicos tuvieron en el diseño de la política educativa dirigida a los pueblos indígenas; finalmente, se aborda la forma como se llevaron a la práctica los planes construidos por especialistas, los problemas y peripecias que se suscitaron en la creación y funcionamiento del plantel, así como aspectos particulares que dieron vida al Internado Indígena de Paracho durante buena parte de su historia.
Este libro invita a sus lectores a revivir el pasado del Internado de Paracho para entender las demandas de la educación indígena contemporánea y a tener presentes las experiencias pasadas para construir proyectos educativos más justos, cabales y sensibles frente a los procesos de reivindicación étnica del día de hoy, que se traduzcan en mejoras para el propio Internado (que funciona hasta este momento) y para la educación indígena en su conjunto.
Sobre la autora
Karina Vázquez Bernal
Es doctora en historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y profesora investigadora en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Campus Morelia, UNAM. Sus líneas de investigación son la historia de la educación, la historia de la ciencia y la configuración de los discursos indigenistas en el México posrevolucionario. Al respecto, ha publicado diversos estudios sobre el papel de la educación y la ciencia como instrumentos legitimadores del poder, así como sobre la relación del sistema educativo con el racismo.
Venta del libro: https://bit.ly/2TkJFcl
Editorial: UPN, Unidad 16 / SvE
Año: 2019
Colección: Estudios sociales
Formato: Rústico
Páginas: 256
Ancho: 16 cm
Alto: 22.5 cm
ISBN: 978-607-98630-4-3
Precio: $250
*Contamos con envíos al interior de la República mexicana.
Fantasista. Escorzos del poe /t/ /m/ a, de Josué Bustos López
Jorge Uriel López Galeana
Mi comentario partiría de la primera noticia que tuve sobre el libro, la cual me llegó a través de un correo electrónico. En el cuerpo de éste aparecía el título Fantasista, seguido de un subtítulo que no se dejó leer de manera convencional, por así decirlo. ¿Qué indicaban las letras ‘t’ y ‘m’ ubicadas entre diagonales después de las letras ‘p’, ‘o’ y ‘e’? Me dio la impresión de que sugerían una especie de bifurcación, de tal modo que el subtítulo podía leerse como Escorzos del poeta o como Escorzos del poema. Entonces me quedó la duda de si el resto del libro estaría escrito de la misma forma. Después, cuando que tuve la oportunidad de revisar el texto por completo, me pareció que se trataba de una invitación para acceder a su contenido pero que, además, era un recurso, entre otros tantos, que el autor utilizaba para exponer sus inquietudes.
Cuando Josué me regaló el libro me lo presentó como un juguete. Si hubiera que pensar en los juegos que resultan al interactuar con éste podríamos encontrar, desde la página dedicada a los agradecimientos, cómo se mueven ciertos elementos de las oraciones; se agregan, suprimen o separan sufijos y prefijos; se introducen diagonales, barras y corchetes para crear las posibilidades de ir cortando, ampliando o direccionando las palabras; además, los caracteres se distribuyen de distintas maneras sobre la hoja en blanco. Algo más que llama la atención es que en el poemario hay muy pocas páginas donde los versos estén alineados, centrados o justificados de manera uniforme. En la mayoría de ellas el texto va indicando posibles direcciones, en algunas partes los versos convergen hacia un punto y en otras emergen de él, hay versos que al unirse en ángulos comparten letras e ideas y en algunas páginas aparecen palabras como si estuvieran libres.
Luego de ver el trato tan diverso que se le daba a las palabras en el transcurrir del texto, la idea inicial de que el subtítulo sugería una bifurcación me pareció muy simple. Si se atendiera a las dos alternativas que surgen de la supuesta bifurcación se entendería, por un lado, que el libro muestra perspectivas que tiene el poeta sobre su propio quehacer, y por el otro, que trata sobre distintos modos en que el autor entiende al poema. Sin embargo, en las líneas del libro no se abordan ni al poeta ni al poema de manera individual, al contrario, surgen de manera simultánea. No hay ninguna parte del libro donde poeta y poema se disocien, ambos están enlazados pero a la vez diferenciados por esas diagonales que indican la posibilidad de enunciarlos y pensarlos en cada verso que aparecen. La única ocasión en que podemos encontrarlos como palabras independientes es en el poema “Evoluciones”, subtitulado como lapsus, sin embargo aún ahí poeta y poema son parte del mismo verso en el que podemos leer “el Poeta también Pregunta el Poema también Piensa” (Bustos, 2017: 31-32).
Ahora bien, estructuralmente el poemario se desarrolla en cuatro momentos, lo que podría entenderse, quizá, como cuatro escorzos. En cada uno de los cuales, me parece, resuena una interrogación. La cuestión a la que me refiero podría ser esbozada en los siguientes términos ¿cuáles son las posibilidades del poeta y cuáles son las del poema? (dicho sea de paso, el de interrogación es un signo que aparece con frecuencia en el poemario, lo atraviesa casi por completo, como expectativa, como acto del poeta, como anzuelo suspendido en el vacío). En algunas partes los escorzos muestran ideas sobre el quehacer del poeta o sobre los sentidos del poema, tales como la libertad creativa o de jugar con el orden para significar de maneras distintas. Particularmente el primer poema del último escorzo del libro discurre sobre el acto creativo, pensado, entre otras cosas, como un diálogo necesario entre pasado y presente.
Por ello, de las figuras que incluye el libro sobre el poeta resalta aquella que lo concibe como alguien que también pregunta, que inquiere sobre su labor, sobre la materia con que trabaja y sobre sí mismo. Visto de ese modo el poema sería la interrogante lanzada por el poeta, su llamado al diálogo. Por otro lado, después de terminar el libro me quedó la impresión de que hay versos que, por su ubicación en las páginas, pueden combinarse de maneras distintas y que en las relecturas de los mismos, atendiendo a esas posibles combinaciones, podría modificarse lo que pretenden expresar, justamente como si el poema también pensara o buscara formas distintas de expresarse.
Así pues, El poemario Fantasista. Escorzos del poe /t/ /m/a es un conjunto de interrogaciones que Josué ha lanzado a las páginas, son el resultado de búsquedas que seguramente han seguido su curso encontrando nuevas respuestas.
Nota
El texto se publicó hacia principios del 2017, en el mes de marzo, por Silla vacía Editorial en colaboración con la Secretaría de Cultura de Michoacán. Ochenta por ciento del tiro fue obsequiado en el estado de Guerrero, en la Ciudad de México y en distintos lugares del propio estado de Michoacán, además, el libro está disponible en su totalidad en la página de Silla vacía Editorial para su libre acceso:
Video de presentación en Cherán: https://bit.ly/2Q3UFIG
Editorial: Secum / SvE
Colección: Poesía
Año: 2017
Edición: Primera
Formato: Rústico
Páginas: 88
Ancho: 13 cm
Alto: 21 cm
ISBN: 978-607-97365-4-5
Precio: $80
Venta del libro: https://bit.ly/2TkJFcl
El silencio de Hermes: hacia una nueva semiología del arte
Hugo Leyva Sánchez
Desde la reflexión en torno a las relaciones entre arte y comunicación, Nanni propone radicales posturas relacionadas con la teoría del conocimiento, la fenomenología, la filosofía de la ciencia y la estética. Tales reflexiones se pueden resumir en las siguientes preguntas: ¿Quién determina las reglas de interpretación en el arte? ¿Un objeto o texto funciona como signo cuando se convierte en arte? ¿De dónde deriva su artisticidad? ¿De la estructura de su confección, de sus lecturas críticas o de la cultura que como tal la cultiva? ¿Cómo es que la crítica opera de frente a la obra? ¿Es posible una ciencia del arte? ¿Cuál debe ser el estatuto epistemológico de la ciencia?
La pretensión de crear una ciencia autónoma que dé cuenta de los hechos del arte y explique su especificidad es crucial para Nanni: el asunto para él es identificar claramente dónde reside tal artisticidad y cómo se construye, sin la tiranía (absolutización) de la estructura, del autor, o del intérprete. Y es aquí donde cobra importancia la dimensión pragmática en la constitución de una identidad: no es a partir de la estructura de un texto o de su posibilidad de significados específicos donde reside su identidad, sino de su uso cultural. Cierto, después de la dimensión pragmática cobran importancia la sintaxis y la semántica, pero no antes, en sentido lógico. ¿Y cuál es el nexo que liga lo pragmático (agente extrínseco) con la sintaxis y la semántica (agentes intrínsecos) en un texto?
Nanni parte de la reflexión acerca de la relación entre un objeto y un sujeto que lo usa, en términos fenomenológicos. Parte de la convicción (y creo que, en estos tiempos, es convicción difundida) de que la identidad de las cosas en sí mismas solo es posible como conjetura. Un hombre puede conocer la realidad (o la naturaleza o el cosmos, si se quiere) a través de su capacidad de simbolización, de su capacidad de crear conceptos, pero solo a través de éstos. Más allá de esta simbolización, es imposible conocer algo. Conocemos lo que podemos conocer, gracias a nuestros «instrumentos» simbólicos, a la cultura a la que pertenecemos.
Nanni cita frecuentemente en su libro y en otros de sus trabajos un pasaje del físico Werner Heisenberg referente a su célebre principio de incertidumbre, que me parece muy ilustrativo respecto a esta relación sujeto-realidad:
Ya no es posible hablar del comportamiento de la partícula, independientemente del proceso de observación. Esto tiene como consecuencia que las leyes de la naturaleza, que nosotros formulamos matemáticamente en la mecánica cuántica, no hablan ya de las partículas elementares en sí, sino del conocimiento que tenemos de ellas. El problema de si estas partículas en sí existen en el tiempo y en el espacio no puede, por lo tanto, ya ser propuesto de esta forma; dado que nosotros podemos hablar siempre y solo de los procesos que suceden cuando queremos inferir el comportamiento de la partícula a partir de la interacción entre esta y algún otro sistema físico, como, por ejemplo, el aparato de medición. La idea de la objetiva realidad de las partículas elementares se ha, por lo tanto, sorprendentemente disuelto; no en la niebla de alguna nueva, poco clara o todavía incomprendida idea de realidad, sino en la transparente claridad de una matemática que no representa más el comportamiento de la partícula, sino nuestro saber acerca de este comportamiento. Si se puede hablar de una imagen de la naturaleza propia de la ciencia exacta de nuestro tiempo, no se trata entonces ya propiamente de una imagen de la naturaleza, sino de una imagen de nuestra relación con la naturaleza (Heisenberg, 1955:42).[1]
Así como un físico puede describir científicamente una partícula solo a partir de sus instrumentos de medición, así nosotros conocemos las cosas solo a través de los conceptos que construyen nuestros instrumentos simbólicos: una interfaz permanente, relacional, que nos permite, en una primera instancia, significar, definir o cultivar un concepto, y en una segunda resignificarlo a partir de las interrelaciones (o prácticas) que se crean entre el nuevo concepto y el lugar, la cultura que lo crea y lo resignifica constantemente. Así pues, la interpretación del mundo pasa por dos fases, distinguibles entre sí sólo por el momento epistemológico que sitúa a una después de la otra: identidad y significado. Nanni apunta:
Entendámonos, no es que la identidad no sea un significado, no sea, vaya, un signo dotado de un concepto. Digamos que existen conceptos y conceptos. Hay conceptos puramente genéricos e indicativos y otros que se derivan de ellos y analíticamente los especifican a un nivel u otro. Propongo llamar «identidad» a los primeros y «significado» a los segundos. Los segundos trabajan cognitivamente algo que ya está dentro de la cultura, algo (precisamente) que los primeros ya han cultivado, algo que los primeros han tomado del mundo indiferenciado de la naturaleza, haciendo de ello cultura. Si se quiere hablar de una interfaz entre cultura y naturaleza, ésta sería constituida precisamente por los primeros y no por los segundos. Siempre en primera instancia, naturalmente, ya que en absoluto todo concepto puede funcionalmente asumir el rol de interfaz para otro que lo especifique. Se trata, vaya, de identidades que van concebidas en sólido, por lo tanto, relacionales y jamás absolutas. Un poco como sucede a la denotación y a la connotación en la lengua. El concepto que funge como denotación, en una situación comunicativa, puede después fungir como connotación en otra, y viceversa.[2]
Si convenimos en esta configuración, el significado no solo sigue a la identidad, sino que es su consecuencia. Como recuerda Nanni, a menudo los dos momentos pueden ser indistintos, pero lógicamente no son confundibles:
Podemos producir in primis significado, pero esto no quiere decir que la identidad no exista ya: es sólo dada por descontada y el in primis, digamos así, es solo tal en apariencia. Alucinatoriamente, se podría repetir con Kant. Esto se puede comprender mejor si pensamos en las entidades con las cuales mantenemos relaciones según los tres momentos fundamentales de su ser, o si dividimos su ser (su vivir), en sus dos espacios de fondo. Los tres momentos son la ausencia (la entidad culturalmente no existe), el aparecer (el momento en el cual la entidad nace en la cultura o viene generado por ella, que es lo mismo) y el vivir (el momento en el cual, después de haberla generado, la cultura la hace precisamente vivir según ella misma). Los dos espacios son, entonces, el que va de la ausencia a la presencia (en otros lugares he propuesto llamar este espacio según la terminología más obvia, es decir, espacio genético), y, por otro lado, espacio resolutorio el segundo; el que va de la presencia al uso, al uso (también teorético, no sólo práctico, se entiende) que una cultura hace de una identidad producida.[3]
Una persona, por ejemplo, puede tener varias identidades (significados) que lo interpreten como profesor, como marido, como ciudadano, como político, etcétera; pero éstos significados sólo pueden ser posibles a partir de la identidad primaria «hombre», que hace posibles las segundas significaciones. Recordemos que el sólo hecho de nacer, por sí mismo, no vuelve humanos a los hombres, sino su identificación cultural, precisamente, como tales. Ejemplos en la historia hay muchos en los que no todos los hombres son humanos. Ser humanos y no cosas es una decisión de la cultura, y no todas las culturas deciden igual. Ahora, nosotros como individuos no tenemos ningún poder respecto de tal decisión. Nada podemos hacer, individualmente, para ser considerados en vía primaria humanos o no, fue una decisión del a priori cultural, en el que las cosas o las personas nada pueden hacer respecto a la creación de tal identidad primaria. En el campo del arte, podemos decir que el escurrebotellas de Duchamp no se convirtió en arte por función suya, sino gracias a la poética de Duchamp, que lo trasladó de la cantina a la galería de arte, delegándolo a funcionar, precisamente como arte y no como escurrebotellas. Las cosas funcionan diferentes en el segundo espacio, el de la significación: el escurrebotellas, una vez que tiene la identidad de arte, conferida por la cultura a través del lugar “galería”, no puede ser llamado rojo si no lo es, ni cuadrado si es redondo; en suma, no puede ser significado con la mentira. El arte es pertinencia de la estética (o estudio estético científico) solo en el primer espacio de la identidad, el llamado espacio genético, en el que hablamos de la identidad del arte. En el segundo espacio, el resolutorio, la obra como texto ahora sí se reapropia de la posibilidad del discurso que lo atañe, y el plexo de su interpretación se jugará entre las características propias del texto y los límites culturales del crítico (o intérprete). El crítico podrá decir de la obra solo lo que puede, lo que su investidura cultural le permite leer en la obra, haciendo obviamente las cuentas con su materialidad. En el mundo contemporáneo, la cultura legitima para la obra de arte una vida polisémica, en relación pertinente con el crítico que construirá el significado de esta en relación con los paradigmas o prácticas que posea.
¿Qué es el arte, entonces? Su identidad depende absolutamente del tiempo y el espacio del que se trata, del contexto cultural, vaya, y en este sentido, el arte es aquello que se ha decidido que sea arte, por muy obvio que suene. La obviedad de inicio desaparece cuando empezamos a indagar sobre la pertinencia e identidad de aquello que la cultura decidió como arte. Debemos tener siempre en claro que las identidades, las esencias, son móviles históricamente, y a partir de esta toma de conciencia, ahora sí, podemos construir esquemas y modelos para describir sus significados temporales, y no perdernos en consideraciones absolutistas, como las que caracterizan a muchas de las posturas semiótico-estructuralistas y posestructuralistas de las últimas décadas. Nanni considera que una teoría general de la comunicación, así como una nueva semiología del arte, debe partir de estos fundamentos.
Notas
[1] Nanni, L. (2019). El silencio de Hermes. Silla vacía: Morelia.[1] Ídem.[1] Ídem.
Bibliografía
Nanni, L. (2019). El silencio de Hermes. De la ciencia y el arte: contra la teoría estándar de la comunicación. Morelia: UMSNH / Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña” / Silla vacía.
Editorial: UMSNH / Facultad de Filosofía «Dr. Samuel Ramos Magaña» / Silla vacía
Año: 2019
Edición: Primera
Traductor: Hugo Leyva Sánchez
Formato: Rústico
Páginas: 230
Ancho: 13 cm
Alto: 20 cm
ISBN: 978-607-98445-8-5
Precio: $150
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El talento narrativo de Ramón Guzmán Ramos
Gaspar Aguilera Díaz
Yo hablo del amor en el sentido más alto de la palabra. La redignificación del hombre, la desenajenación del pro- pio ser humano.
José Revueltas
I
Conocí a Ramón Guzmán Ramos en los años setenta, tuve la suerte y el honor de formar parte de un numeroso grupo de amigos que lo querían y respetaban por su trabajo siempre profesional, comprometido como docente, por su entusiasmo y su pasión por la literatura. Lo recordamos también como periodista crítico, creativo, congruente, en los diarios Cambio de Michoacán y La Opinión de Michoacán, entre otros medios. Tuve también la fortuna de colaborar con él en la revisión de algunos de sus originales de poesía y de narrativa que después aparecieron como libros.
Siempre le preocupó la situación indiferente y la falta de visión a largo plazo de las dependencias culturales oficiales y la falta de un mayor apoyo a los artistas. Fue animador durante varios años del grupo cultural y taller literario Ambrosía, posteriormente llamado Luvina, en la ciudad de Uruapan, junto con otros compañeros escritores como Saúl Martínez, Lenin Guerrero, Jorge Reyes, Alejandro Orobio y Armando Salgado, entre otros compañeros. En 1998 fue acreedor del importante premio de poesía Efraín Huerta, por su libro Trilogía Herética, recientemente reeditado por la editorial independiente Silla vacía (2017).
El 17 de diciembre de 2018 nos abandonó físicamente y ha sido inevitable de nuevo la sensación de orfandad y la profunda tristeza de no poder continuar intercambiando el diálogo sobre literatura, la política y los laberintos de la vida cotidiana.
II
Utilizando los recursos que a lo largo de su corta vida pudo desarrollar tanto en los libros de prosa, poesía y ensayo, el escritor originario de Zacapu logra en “Volver a tus ojos” ofrecerle al lector un prisma intenso y apasionado de las distintas anécdotas que nos va narrando y de los diferentes personajes que va reconstruyendo a través de su narrativa.
Es importante destacar el talento y la sabiduría literaria que Ramón Guzmán supo desplegar a lo largo de su obra publicada, es decir, que es admirable la objetividad y elocuencia de sus ensayos y de sus artículos como la intensidad y sugerencia ejemplares en cada uno de sus poemarios, particularmente en Trilogía Herética, y de igual forma sorprende el despliegue de personajes hieráticos que lo hacen a uno recordar a los hombres y mujeres que aparecen (por ejemplo) en la narrativa de José Revueltas (Los muros de agua y Dormir en tierra), que parecieran abandonados de toda justicia humana y divina, en donde Ramón Guzmán (a partir de la recreación de los mitos bíblicos) desarrolla sus historias de una manera admirable. El contraste profundo entre el bien, el mal y esa especie de pérdida de la pureza original muestra a sus personajes desgarrados y fuera de toda conmiseración social.
La miseria humana en todos sus aspectos y lamentables cualidades van apareciendo en todos y cada uno de los personajes creados por este escritor michoacano. Encontramos hallazgos con respecto al concepto del amor verdadero como el siguiente:
El amor no es la ventana que la doncella anhela para su casa, para los aposentos de su espíritu atribula- do. El alimento del amor es la libertad (24).
[…]
Uno no sabe cómo hablar del amor, sobre todo cuando algo nos convence de que estamos enamorados. Pienso que no se trata de hacer del amor el objeto del lenguaje, de nuestro lenguaje, tan limitado como la intención de sobrevolar los dominios de la muerte con alas de paja y humo. Habría que dejar que el amor nos muestre su modo de expresar la fuerza con que establece la cohesión y también el quebranto entre las cosas. Que lo haga por sí mismo, volviendo a recorrer la senda del tiempo desde el origen, desde aquel punto infinitesimal en que la dispersión quedaría marcada por la búsqueda y el reencuentro (25).
La sensualidad y el erotismo desde luego que aparecen resueltos de una manera admirable:
[…] entre el movimiento de fuga y la fuerza que surge de la nostalgia se crea un punto de equilibrio. Es en este punto donde los cuerpos se encuentran sin entrar en colisión, donde la materia se hace una sin perder identidades particulares, donde se crea el aire para que dos almas lo respiren y mantengan en zozobra y postergada a la muerte. Tarde nos daríamos cuenta que eso del amor nuevo simplemente no existe (27).
La nostalgia y las sensaciones de un primer amor apasionado aquí dejan su constancia:
Tenía sed de ti, de tu piel oscura, vestida de llamas in- visibles; de tus ojos grandes, almendrados con ese destello de tristeza discreta que no te abandonaba. Te llevaba de la mano por la acera angosta de las calles olvidadas. Ibas con tu silencio atado a mi silencio. No nos veíamos porque temíamos que algo pudiera provo- car el desastre, que la noche se recogiera y nos dejara a mitad del deseo. El lecho olía a desamparo, a soledad acumulada. Sólo las paredes daban cuenta de la expulsión del sueño, del retorno al engaño y las visitas del fantasma. No sabía rezar, no iluminaba mi ánimo la esperanza rota de la oración. Siempre creí que la mayor tragedia de la historia había sido el abandono que el Padre hizo de su hijo en la cruz, el silencio como respuesta a la pregunta que quedó flotando en el vapor de la tarde, la prueba que se comprueba con la muer- te, con el sacrificio sagrado (28-29).
[…]
Ingresar al territorio de tu piel, a las avenidas y calle- jones oscuros de tu cuerpo, a la plaza en plenitud que despliega tu ser, con esos bordes que dejan al descubierto las entrañas enrojecidas de tus sueños, ha sido desde el principio un desafío montado en la zozobra. No he sabido en qué condiciones nos dejará el desenlace. La aventura, que se repite cada noche bajo los ojos ciegos de la Luna, sobre el vapor silencioso de la tierra, en las inmediaciones de esta selva que desata su violencia sobre sus habitantes exangües, sigue su curso en cada irrupción. Somos como dos piedras de fuego expulsadas del volcán que se encuentran cuesta abajo en la montaña y luchan con denuedo para volverse una y no dejar de ser. O como las miradas que por fin se clavan una en la otra en medio de la muchedumbre y se penetran mutuamente ante la insólita, inmoral, indiferencia de los otros (33).
III
“Volver a tus ojos” concluye con relatos breves que reflejan la vida cotidiana y algunos aspectos dramáticos y autobiográficos de la experiencia académica de este autor zacapense-uruapense, como Anselmo San Martín, así como la recreación de los primeros y nostálgicos encuentros amorosos.
Toda esta narrativa escrita y sustentada con base en un altísimo nivel del estilo literario de Guzmán Ramos y bajo una claridad, precisión y calidad de un lenguaje poético admirable: no dudamos en confirmar que Volver a tus ojos perdurará como uno de los mejores libros de la narrativa mexicana contemporánea.
La emergencia de la escritura
Alguien tendrá que oírnos.
Cuando dejemos de gruñir como avispas en
enjambre,
o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez nos llegue a todos el remedio.
Juan Rulfo
El gallo de oro
Quienes aquí escribimos nos denominamos narradores emergentes básicamente por dos vertientes: 1) Emergentes en el sentido de los escritores que salen a la superficie para compartir la palabra; y, 2) Emergentes en el sentido de los escritores que la sociedad requiere con evidente “emergencia” para movilizar la pluma y des-aletargar la(s) conciencia(s).
Los narradores emergentes nos encontramos en una cotidianidad segmentada por el individualismo y la falacia; ante tal panorama, las voces contemporáneas nos vemos obligadas a edificar, sustentar y transitar el puente lingüístico que nos llevará de la soledad a la compañía de los símiles y sus vivencias.
A través de la narrativa nos hemos permitido re-producir la realidad en los múltiples fractales que conforman el presente libro. El collage quedó amalgamado con los cuentos provenientes no solamente de personas cuya elección de carrera universitaria les acercó a las grafías, sino también de jóvenes que al escribir fomentan la literatura desde la perspectiva otorgada por áreas del conocimiento concatenadas entre sí, a saber: filosofía, psicología, historia, biología, economía, arquitectura, comunicología y música.
Palabra
El mundo está constituido por el lenguaje. Todo cuenta con una palabra que le otorga significado, ¿será casual que incluso la nada y el vacío deban ser nombrados para existir en un marco de referencia? No. Hasta lo inefable, aquello que no se puede expresar, tiene nombre.
“Ninguna cosa sea donde falta la palabra”, así lo mencionó un poeta y por eso pedimos a las palabras que se entrelacen y digan lo nuestro: la relación que sostenemos con la vida, sí, ésa que nos hace vivir para vivirla. Es entonces que el narrador destila su experiencia, vista ésta no como un proceso acumulativo de conocimientos sino como un devenir que se presenta después de acariciar la existencia; es entonces que el narrador asume su mortalidad en la búsqueda y por ello se vive a sí mismo como alguien que no ha dicho (ni escrito) la última palabra.
En este apartado se agrupan los relatos de Luz, Alberto, Julio, Quetzal y Víctor. Se inicia con la dualidad del animal-persona o de la persona-animal para continuar con una sátira de “lo religioso” y el recuento del flagelo infligido por el amor verdadero. La indignación nos narra historias desde las entrañas del hemisferio izquierdo para recordarnos la visceralidad del ser humano, lo brutal y añejo del sucumbir ante “el hermano”: corrupción e inseguridad son ejes infranqueables, incluso para las letras. La impotencia reflexiona porque pretende ya no temer a las mentiras pero una cachetada, un golpe bajo y el amedrentamiento de un arma son más convincentes…
Comunión
En la prosa los tiempos se presentan al unísono, el presente permite visitar el pasado y avizorar el futuro desde un mismo sitio: el lugar del escriba. (Léase el sub-yectum, la subjetividad, lo ejecutado desde adentro que se permea con los acontecimientos externos.)
Las distintas manifestaciones de la narrativa permiten establecer un diálogo al utilizar la mirada: mirar y hacer propio lo que se mira, esenciarse del ser que somos, del mismo que proyecta la luz que a él llega para saberse en como-unión con la otredad, ya sea en este tiempo o en el que vendrá.
Julieta, Beatriz, Tamara, Karla y Diassani escriben respecto al re-encuentro con los otros y con nosotros mismos, con lo que somos y deseamos ser. Cinco mujeres perfilan su tinta hacia el sendero literario que muestra la responsabilidad implícita en el actuar. Nos hablan de ciertos anhelos y sus fracturadas alas; susurran realidades alternas y ciertas charlas nocturnas con la locura misma.
Desencuentro
La dignidad del ser humano es abrirse hacia sus contemporáneos y hacia quienes le precederán en su breve estancia en la residencia terrenal mas el adoctrinamiento nos indica otra cosa: olvidar a los demás, perpetuar el desencuentro. Como antagónico argumento John Shotter se pregunta: “¿Yo puedo ser yo sin ti?”. Si la respuesta fuese afirmativa, ¿qué haríamos aquí? ¿Tendría sentido vivir?
Conflicto
serie nodal
(ahí está la trama)
La redacción pende
espera
y cuando se resuelve
aparece
Siempre estuvo
mas espera el momento adecuado
el cual siempre es el mismo
el instante
frugal a cabalidad
e instantaneo
igual que todos
pasajero
“Escribir es algo para llenarse de los demás vacíos”, y así, con la suma de vacíos se puede llegar a conformar un libro donde algunos hemos enviado epístolas a un destinatario conocido: el del reflejo en el espejo. Diana, Maringeli, Omar, Mario, Carlos y un servidor buscamos el qué somos y encontramos a la ironía burlándose de nuestros pasos. Pregonamos crisis existenciales y sostenemos diálogos con la soledad en el ojo mismo del huracán: nos percatamos que debemos ser interpretados para adquirir un significado.
En lo que secunda a estas líneas, 16 seres asomaremos nuestros mundos para que el lector los visite y con ello pueda elaborar discursos propios para evitar que el ejercicio de la escritura se convierta en soliloquio de idealistas.
Los narradores emergentes creemos en la creación de la vida. Aquí estamos, aquí somos. Aquí somos y estamos por el hecho de ser y estar, porque una vez enarbolada la palabra, ¿quién puede dudar de nuestra existencia?
Sr. Tarántula
Ciudad de la Cantera Iridiscente
(Morelia, Michoacán)
Narradores emergentes. Palabra, comunión y desencuentro
Miguel Ángel García (Coord.)
Editorial: Jitanjáfora
Colección: Narrativa
Año: 2012
Formato: Rústico
Páginas: 160
Ancho: 14.5 cm
Alto: 21.5 cm
ISBN: 978-607-00-4371-0
Precio: $250
Venta: https://bit.ly/2Ri2ICM
Con envíos a toda la República Mexicana.
*A partir de mayo estará disponible para descarga gratuita en: www.sillavaciaeditorial.com
Concha Urquiza: la abuela soltera de la poesía mexicana
Rafael Calderón
Este MMXX se cumplen nada menos que 75 años de la muerte de la poeta Concha Urquiza (1910-1945), una de las mentes más inteligentes y apasionadas que han existido en la tradición de la poesía mexicana. En este sentido, el mejor homenaje que se le puede rendir es leyendo sus poemas, mismos que empieza a escribir muy joven, siendo aún niña; comenzó a publicar a partir de 1922 tanto en periódicos como en revistas y el primero que la incluye en una antología es Jesús Romero Flores en Literatura de Michoacán, de 1923.
Sus poemas se reunieron en un tomo inmediatamente después de ahogarse a los 35 años en el mar de Ensenada, Baja California Norte, el 20 de junio de 1945, desde entonces se han publicado muestras de sus poemas y la han incluido en antologías; de igual manera, estudiosos han buscado que su obra esté presente desde entonces, labor que continúa, no cesa ni cesará, afortunadamente.
Como parte de esa continuidad se cuenta con la edición Nostalgia de lo Presente. Poemas 1921-1945 (jitánjáfora Mºrelia Editorial, 2013), compilada por quien esto escribe. Es una edición que reúne todos sus poemas conocidos e inéditos hasta el 2010. Primero, Nostalgia de lo Presente fue una edición especial surgido del Seminario Permanente de Autores Michoacanos, que sesionó en la Casa de la Cultura de Morelia el 4 de diciembre de 2010 y le dedicó el Epítome número 35; en dicho tenor, la revista PalabraPoesía le rindió un homenaje: en aquella sesión intervinieron el editor y poeta José Mendoza Lara, así como los poetas Sergio J. Monreal, Ernesto Hernández Doblas y yo, para celebrar el primer centenario de su nacimiento; la segunda ocasión, ya central de Nostalgia de lo Presente. Poemas, 1921-1945, que se vuelve definitiva, es la edición que salió en agosto de 2013, publicada por jitanjáfora Mºrelia Editorial en su colección Poesía.
La unidad de este volumen es muy interesante: contiene 14 apartados. Hay que señalar que los numerales III-XIII corresponden a la compilación realizada por el erudito michoacano Gabriel Méndez Plancarte con el título Obras: poemas y prosas, que dio a conocer bajo el signo de Ábside en 1946; el número II es la reunión de poemas dispersos que organiza José Vicente Anaya en El corazón preso; el número I es un apartado totalmente inédito, el cual está integrado por poemas juveniles: aquellos que fecha la autora entre 1921-1923, es decir, los que escribe entre los 11 y antes de los 15 años; finalmente, el XIV es un apartado especial: se compone por poemas de diferentes fechas pero que han sido publicados o son un hallazgo, donde se incluye por primera vez el poema llamado El reintegro, que se compone de tres estrofas de cuatro, cinco y 36 versos cada una, para sumar un total 45 versos.
Concha Urquiza bebió las fuentes clásicas: griegos y latinos, pasando por los clásicos en lengua española y autores del siglo de Oro: San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Santa Teresa; traduce la Égloga V de Virgilio; lee con pasión la Ilíada y la Odisea; de Cervantes se apasiona con El Quijote y esta obra es la que le gusta obsequiar entre sus amigos y conocidos. Es un torrente en el género de la poesía: escribe recuerdos líricos, sonetos, variaciones sobre el evangelio, liras, églogas, romances y canciones, y explora temas como el amor doloroso, los paisajes michoacanos y el retorno a la ciudad. Escribe sobre la noche y el erotismo con una seducción permanente que se convierte en una prolongada búsqueda hasta llegar a explorar con pasión descarnada los temas religiosos.
Pero ¿cómo presentarla en la tradición de la poesía mexicana del siglo XXI? Por su condición, por su lírica encantadora, es naturalmente nuestra abuela soltera de la poesía mexicana. Por sus poemas, además, podemos seguir la senda y preguntar a la manera de Homero con un verso de la Odisea: “¿Quién te ha herido en la divina noche?”. Es una “orquídea en el desierto”, como acuñará José Vicente Anaya. Generacionalmente es parte de los autores que nacieron en el periodo de la Revolución Mexicana, apenas terminada ésta, son los que empiezan a escribir y publicar obra.
La búsqueda lírica de Concha Urquiza coincide con el grupo de los Contemporáneos y el Estridentismo, que inicia la renovación más drástica y escandalosa de la historia de la poesía y de la literatura mexicana en los primeros días del inicio de la década de los veinte.
Un poema tardíamente descubierto que llama El reintegro, fechado en 1933, cuando solamente tiene 23 años, es el que está llamado a ser parte de ese conjunto de poemas que se escriben para ser parte de los poemas más notables en la tradición de la poesía mexicana del siglo XX, y por primera vez se puede leer éste en un volumen: agraciadamente ahora toda la poesía de Concha Urquiza lleva por título Nostalgia de lo Presente.
Concha Urquiza. Nostalgia de lo presente [Poemas 1921-1945]
Rafael Calderón Torres (Compilador)
Editorial: Jitanjáfora
Colección: Poesía
Año: 2013
Formato: Pasta dura
Páginas: 246
Ancho: 21.5 cm
Alto: 28 cm
Precio: $250
Venta: https://bit.ly/2Ri2ICM
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Reseña: El Tacuaral de Virginia Moratiel
El Tacuaral es una novela de acción e intriga que obtuvo en 2009 el Premio de la ciudad de Cáceres (España), en la que converge el pensamiento teórico sobre la historia y su narración con el género de la novela negra.
Imbuida de un fuerte trasfondo simbólico, en ella se afrontan y subvierten los mitos que fundan la identidad argentina. Esta clave de lectura, la del rechazo del mito y, a la vez, la dificultad de renunciar a él, aparece ya en el preámbulo, donde un relato cosmogónico explica el origen del país y de sus habitantes, para concluir con la ironía y la crueldad de un chiste. Dios produjo allí una naturaleza fastuosa y desmesurada, pero, al contemplar su obra, comprendió que había incurrido en exceso, por lo que decidió enmendar su falta creando a los argentinos. La parábola anuncia ya la idea rectora del diagnóstico sobre el país: una tierra que lo tiene todo, menos la sensatez para aprovecharlo.
La novela cuenta el itinerario existencial de Pablo, un porteño superviviente de los reiterados desastres políticos y económicos, que asolan Argentina desde hace años, quien decide, tras un fracaso personal y como alternativa a la reacción generalizada de huida de sus compatriotas, reiniciar su vida en la última propiedad familiar que le queda, una explotación agrícola llamada “El Tacuaral”, en la que transcurrió parte de su infancia y adolescencia.
Junto al río de la Plata, bordeada por un cañaveral de inmensas tacuaras, un bosque frondoso y laberíntico, la zona es escenario simbólico de una reiterada maraña de corrupción y violencia, sea mediante el contrabando, la prostitución o el narcotráfico, amparados por la autoridad desde la época de la colonia. El retorno del protagonista pone en movimiento la trama durante la cual tendrá que desvelar la confabulación que se teje en medio de la llanura inmensa. Gracias a la amistad con un anciano profesor de historia, su vuelta se transformará también en un viaje interior de recomposición de la propia vida a partir del caos que surge del corazón mismo de la tierra, resolviendo así el verdadero misterio: la enigmática esencia argentina. Se trata, pues, de un viaje interior, que sirve para reflexionar sobre las quimeras e iconos que configuran la identidad personal y colectiva, centrándose en dos constelaciones simbólicas que corresponden respectivamente a la naturaleza y al arte.
Por un lado, está el bosque de cañas gigantes, que cambia de aspecto cada vez que se entra en él y alude a la confusión de la vida política argentina, heredada del conquistador español, quien buscaba un enriquecimiento sin esfuerzo en esa tierra de abundancia, disfrazándolo de utopías sociales como la Gran Noticia, la laguna del Dorado, el Paitití o la ciudad de los Césares. En realidad, se trataba de un expolio, que quedó señalado tanto en la literatura como en su geografía, en el nombre del país o en el de sus ciudades, con sus falsos destellos de plata. Más tarde, las fábulas se prolongaron en nuevos mitos: el del granero del mundo o la gran reserva petrolífera, a la vez que aumentaba el desvarío ante la propia imagen, forjada en comparación con una Europa idealizada, despreciando lo autóctono.
Así -señala la propia autora-, “engalanada a la última moda, Buenos Aires se miró a un espejo portugués y se dijo a sí misma que era Europa. Con desprecio dio la espalda al gaucho, pero él apenas se hizo eco de su altivez. Extasiado ante su magnificencia, la siguió adorando en silencio porque, aunque sabía que sólo estaba disfrazada, sus trucos no dejaban de seducirlo”. De este modo, comenzaron las luchas fratricidas entre la gran urbe portuaria y el interior, entre unitarios y federales.
Por otro lado, está el tango, especialmente el de Discépolo. Nacido en Buenos Aires y ligado a sus clases sociales más bajas, representa, sin embargo, a todos los argentinos, porque perturba y cuestiona su artificio. “El éxito del tango, esa raigambre tan profunda con nuestro pueblo, se debe a que es una denuncia constante del mito sobre el que reposa nuestra falsa identidad, […] un grito de protesta contra la impostura y el desamor, rebeldía, […] que culmina en desesperanza y resignación”. Ese espíritu indómito y nostálgico “persiste sobre todo en su música. El tango es desengaño, contraste entre lo que se esperaba, entre ese mundo de ilusiones que uno se había forjado y la dura realidad”. Muestra “la herida más profunda, que horada el mito que somos, nos despoja de máscaras y nos desgarra […] con la ternura del que se hiere a sí mismo”. En consecuencia, el tango, cuyas letras se encuentran diseminadas en la novela aquí y allá a través de la memoria porteña del protagonista, desmitifica el relato quimérico sobre el que se construyó Argentina, propiciando una nueva identidad, fruto de la autocrítica. Por ello, “es consuelo y se baila en un abrazo sensual en que se intenta compartir la desdicha”.
Finalmente, el cuadro “Desocupados” de Ricardo Carpani encarna plásticamente la efigie del Trabajador de Ernst Jünger, una fuerza desbordante pero inconsciente, que aspira a realizarse de forma colectiva al dictado de un mandato ajeno, que proviene del Estado. Anuncia al Emboscado, otra figura del imaginario simbólico de Jünger, quien -igual que Pablo-, vive solo, refugiado sediciosamente en la espesura del bosque y en constante alerta, esperando dar un golpe imprevisto al sistema del que es antagonista.
Virginia Moratiel, filósofa, traductora, escritora. Nació en Buenos Aires y fue treinta años Profesora titular de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Profesora visitante en la UNAM, la UBA y la Michoacana, sus últimas obras publicadas son Madres: Los clanes matriarcales en la sociedad global (2016), Compañeros de viaje: poetas en busca de su identidad (2020) y Fichte o el yo encarnado en un mundo intersubjetivo (2020).
El Tacuaral
Virginia Moratiel / autora
Editorial: Jitanjáfora y Silla vacía
Colección: Literatura
Año: 2015
Formato: Pasta dura
Páginas: 246
Ancho: 14 cm
Alto: 22 cm
Precio: $240
Venta en librería: https://bit.ly/2Ri2ICM
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El despertar de los huitziles
Los siguientes textos de Gaby Reyes son una presentación literaria del libro Polinizadores de grafías. Antología del Taller literario Huitzil, el cual coordinó junto al Sr. Tarántula.
Gabriela Reyes
En el corazón del lago han despertado guerreros dispuestos a luchar por lo que nuestras acciones nos permiten construir, reflexionando la forma de vida que tenemos, plasmando el presente que nos pide a gritos no se olvide y con ello proyectar un futuro que nos pisa los talones.
Han comenzado un recorrido para ya no detenerse, van navegando de la mano con el viento, danzando por caminos que habían sido olvidados, reverdeciendo a su paso todo aquello que tiene una razón de ser.
El lago despertó al sentir las lágrimas de sus hijos llegar a su cauce, lloraban con la impotencia de no encontrar la forma de rescatar a su gente, por ello el lago se regaló dosificado en poemas, recordándoles la libertad que poseen de re-conocerse a sí mismos.
Al encontrar empatía entre sus descendientes, el lago cantó tan fuerte que logró reunirlos en su morada, embelesándolos con el deseo del conocimiento.
Siete sublimes personajes fueron tocados aquel día, siete huitziles que colorean el sol con poemas, regalándonos hermosos paisajes, elevando sus alas y dando fe del ímpetu de su vocación, reforzando el conocimiento nativo de polinizador.
Siete generadores de ideas gritan el amor, la ira, el deseo de ser escuchados: buscan compartir aquello que les ha sido encomendado. Bailan ahora que la muerte permite ver la vida desde un cristal muy distinto, conectando sentimientos entre lo real y lo inexplicable.
Se han reunido con historias que el mundo desconoce, con la promesa de volar, de emerger entre las aguas para polinizar mentes: esparciendo sus mundos, defendiendo luchas y al mismo tiempo preservando momentos sublimes llenos de tradición que se aferra a no morir, a seguir encontrando sabores que endulzan la mente (dejando ver en sus líneas la picardía con la que el hombre toma la vida, narrando paso a paso aquello que nos colorea el alma, que nos permite volar, enamorarnos de la existencia del hombre, del crecimiento colectivo forjando nuevos momentos).
Las pequeñas aves han reposado sobre las hojas mucho tiempo antes, ahora se mantienen alertas para sensibilizar y tocar a todo aquel que permita ser tocado, deseosos de contarle al mundo que existe una vida alterna que te hace crecer a través de la mente de otro, en la que no hay límites y se forjan universos tan descriptivos que nos permiten evocar el pasado.
Así comenzó esta aventura, surgiendo de entre las aguas nuevas formas de vida, floreciendo entre historias que te desgarran las vestiduras, conectando con otros cuerpos, otras mentes, otros mundos.
Hoy los huitziles alzan el vuelo para mirarte de frente, con la firmeza de que seas tú quien conecte con el siguiente eslabón para lograr el mandato de su padre, permitiendo la trascendencia de la historia y la esperanza para el camino infinito de la poesía y el cuento, arrastrando en ello las grafías que rescatan la esencia del ser humano.
Polinizadores de grafías. Antología del Taller literario Huitzil
Gabriela Reyes y Miguel Ángel García / Coordinadores
Editorial: Silla vacía
Colección: Anthología
Año: 2018
Edición: Primera
Formato: Rústico
Páginas: 84
Ancho: 14.5 cm
Alto: 21.5 cm
ISBN: 978-607-97729-9-4
Precio: $ 120
Venta en librería: https://bit.ly/2Ri2ICM
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Posibles dioses, antología de teatro michoacano contemporáneo vol. 1
- L. Rodríguez Ávalos
Cuando Machado escribió Se hace camino al andar, más allá del hecho poético se refirió a la paradoja de que aun existiendo caminos, estos carecen de una existencia real mientras no sean caminados, un solo camino representa posibilidades diversas para caminantes diferentes. Como la vida.
Y es en las actividades de la vida donde habrá de presentarse la paradoja de inventarlas sólo mediante la práctica, puesto que no basta tener vida para vivirla, habrá de ser requisito el conocimiento de la existencia, de sus bondades y malestares para actuar en ella.
Allí comienzan las sutilezas, el involucramiento con las sensaciones, los sentimientos, las ideas, los proyectos, gustos y disgustos, uso de las inteligencias y de las pasiones; oficios, profesiones, actividades, tareas que se despojan de su carga de cotidianidad, de repetición, de aburrimiento, para convertirse en la primera vez.
Quien baila, actúa o canta puede repetir cien veces su número y en cada ocasión será como si lo estuviese inventando en ese momento, si fuese una repetición carecería de valor artístico.
Al actuar se está inventando el teatro, al igual que quien baila o toca un instrumento, esa es la paradoja del arte que nace cada vez que alguien lo invoca, dándose así la posibilidad de un arte que nos deslumbre.
El teatro, ese vertedero de las artes y de muchos oficios y profesiones, comienza a existir cuando alguien decide escribir para la escena; la dramaturgia tiene como destino los escenarios y pretende involucrar a ese fenómeno llamado actuación.
Todo lo que el teatro es se ha venido desarrollando siempre al servicio de la actuación y quienes escriben para el teatro —para la escena, la radio, la televisión y el cine— hacen de la literatura un medio que pueda traducirse en acción, en movimiento.
Cierto que hay personas determinadas a escribir para el género dramático sin intención de que sus obras puedan ser pervertidas por actrices, actores, directores y técnicos, sin embargo, la generalidad de los textos dramáticos sueñan con ocupar los escenarios.
Aún cuando alguien está inventando la dramaturgia cada vez que escribe un texto dramático, antes han existido muchas otras personas laborando en el mismo camino, de tal manera que el ahora siempre tiene un antes, muchos momentos similares que le anteceden. A eso se le llama historia y quiere decir que somos historia.
Los siete textos que se encuentran en este libro son parte de la historia dramatúrgica michoacana; si es un acontecimiento la publicación de un libro, que este contenga obras de teatro es un hecho inusitado y motivo de alegría, más aún porque se debe a un diligente periodista que ha decidido aportar su esfuerzo para que haya más obras de teatro circulando, sobre todo en este momento que son tan necesarias.
Posibles dioses.
Antología de Teatro Michoacano Contemporáneo
Omar Arriaga Garcés / Coordinador
Editorial: El gato y la sandía / Silla vacía
Colección: Dramaturgia
Año: 2018
Edición: Primera
Formato: Rústico
Páginas: 248
ISBN: 978-607-97729-4-9
Precio: $150
Venta: https://bit.ly/2Ri2ICM
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Filosofía de la cultura. Crítica e interpretación
Ana Cristina Ramírez Barreto
El libro está dividido en tres secciones. En la primera quedan reunidos tres trabajos que echan mano de teorías de análisis del discurso para revisar temas muy relevantes para la comprensión de la actualidad en nuestro estado: la construcción de prototipos femeninos en la prensa michoacana del porfiriato (Norma Patricia Mendoza), los argumentos que justifican la llamada “Guerra contra el narcotráfico” (Erika Pérez) y la performatividad de “lo indígena” en documentos jurídicos que intentan restituir el valor y la presencia de los pueblos originarios en México y en Michoacán (Isabel Domínguez).
En la segunda sección reunimos los trabajos que, enfocando la obra de algún artista, hacen una contribución a estudios culturales. Hélène Trottier encuadra al pintor canadiense Alex Colville y su obra Caballo y tren para ofrecernos un convincente y bien documentado argumento sobre la importancia que tienen los animales en la obra (y vida) del artista recién fallecido en julio de 2013. Victoria Sánchez, por su parte, recurriendo a dos obras de Duchamp, argumenta en favor de la innovadora mirada del artista y el parteaguas que éste abrió en el arte contemporáneo.
La tercera y última sección presenta trabajos donde la interpretación es asunto central. Víctor Pineda y Susana Pliego exponen sus ideas sobre encuentros de diferentes sistemas de signos, algo que llaman “semiótica de la creolización”. Angelina Paredes expone una lectura de Gadamer con claves ecologistas. Finalmente, Salvador Jara y Juan Torres Melgoza confrontan a Clifford Geertz y Michel de Certeau en torno al tema de la verdad.
Vemos, pues, aspectos fundamentales de Filosofía de la Cultura que son tratados con pasión y rigor: el poder del lenguaje para construir entidades, fijarles un lugar en el orden natural y social; y también para transformar esa fijación y poner en juego otros puntos de vista, incluso otras consideraciones sobre qué es “hablar”. La intersección entre hablar y dar a ver, dar a pensar y reconocerse como responsable de… es decir, comunicación, estética, ética, epistemología y política.
Este libro es de interés para las próximas generaciones de estudiantes de Filosofía de la Cultura y otros posgrados afines (Análisis del Discurso, Historia, Artes Visuales, Derecho, etc.) por cuanto es el fruto de investigaciones que, desde el nivel maestría, sin tener los alcances en profundidad o en contribución original del nivel de doctorado, logran plantear con gran pertinencia, de modo claro y directo, importantes ideas puestas al día y discutidas abiertamente.
También resulta interesante el acompañamiento académico que aquí se alcanza a percibir y del que ni atisbos hay en la literatura académica, por lo general. En este punto cabe mencionar que el camino de la formación de nuestras/os estudiantes de maestría en Filosofía de la Cultura de la generación 2009-2011, de sólo seis personas, ha sido ejemplar en varios sentidos: ellas han asumido su formación de posgrado con gran sentido de responsabilidad, solidaridad y buen humor. Sus alguna vez profesores les agradecemos estas enseñanzas.
Filosofía de la Cultura. Crítica e interpretación
Ana Cristina Ramírez Barreto
(Coord.)
Editorial: UMSNH / Silla vacía
Colección: Filosofía
Año: 2014
Formato: Rústico
Páginas: 232
Ancho: 16.5 cm
Alto: 23 cm
ISBN: 978-607-96534-0-8
Precio: $130
Venta: https://bit.ly/2Ri2ICM
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Trilogía herética
Ramón Guzmán Ramos
La herejía es la antípoda del dogma. Es siempre un cuestionamiento radical al sistema de pensamiento y de creencias que ha terminado por convertirse en un estado de dominio. La herejía es la negación de toda verdad sagrada. Es a lo que en realidad temen los comisarios del dogma. La negación, como lo sostenía la vieja dialéctica marxiana, es el anuncio del derrumbe. Todo cuestionamiento lleva a la negación de lo cuestionado y, por lo tanto, a la necesidad de sustituirlo por algo nuevo.
La herejía amenaza la posición de quienes hacen del dogma la justificación absoluta de su poder. Por eso suelen reaccionar con iracundia cuando ven que se abre una fisura y aparecen por allí los signos que están destinados a extenderse y provocar su caída. Todo poder necesita de dogmas para funcionar y permanecer.
Los herejes son rebeldes por antonomasia. Algunos se enfrentan a las verdades inmutables de una manera instintiva, por impulso, como una reacción que les viene de su naturaleza in- conforme, de su rechazo original a todo sistema de sometimiento.
Otros hacen de su herejía una actitud de desafío, la causa suprema de una lucha consciente y programada que tiene como propósito confrontar y derrocar al poder. La herejía aislada, espontánea, individual, está des- tinada a fracasar, cuando mucho a dejar constancia de su testimonio para la historia, si no encarna en la voluntad de las masas y se organiza. Pero la herejía, una vez que triunfa y ocupa el poder que cuestionaba, se institucionaliza y tiende a convertirse en un nuevo dogma, en un nuevo sistema de control sobre las masas que la llevaron al poder.
El origen de todos los males se encuentra en el poder. Es allí donde se decide el destino de quienes han adoptado el dogma como su forma de vida. La libertad es una ilusión con la que casi nadie sueña. Sólo los herejes. Esta lucha entre el círculo cerrado y el horizonte que ilumina suele terminar en un salto hacia el futuro, aunque a veces el futuro es también una ilusión que se desvanece en los bordes del abismo.
Toda forma nueva que aparece para sustituir a las formas caducas trae consigo la semilla de su propia negación. Es lo que nos decía aquella dialéctica herética cuando la utopía era una visión del mundo al alcance de la mano. Ahora sabemos que el movimiento de la historia no es tan predecible. La realidad suele imponer su propia resistencia y su dinámica interna.
Trilogía Herética es un libro que está conformado por tres cuadernillos de poemas. Cada uno fue concebido y escrito en diferentes épocas y circunstancias. Pero un día se mostraron unidos por una sola línea, por una actitud compartida ante la vida: la herejía. Una voz que habla por tres que son uno. Como la Sagrada Trinidad. No, como la Trinidad Herética.
Pero es una herejía literaria. Esto es, un cuestionamiento apasionado a los dogmas de la vida. Cuidando que la pasión no se nos convierta en otro dogma. Es testimonio y revelación. Desahogo y asfixia. Desencanto. Deslumbramiento. Esperanza. Es, sobre todo, una visión. La visión de otros tiempos que han sido mi tiempo en este tiempo. La visión de los herejes.
Trilogía Herética obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta Tampico 1998. En 2000 la Secretaría de Educación en el Estado lo publicó en la Serie Maestro Michoacano, con un tiraje de mil ejemplares, que se agotó casi de inmediato. En 2007 el gobierno municipal de Tampico publicó una antología en dos tomos con los trabajos premiados en cuento y poesía, de 1982 a 2006, con el propósito de conmemorar los 25 años del Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta. Los autores fuimos convocados para participar en la conmemoración y leer nuestros trabajos.
Tuve la oportunidad de conocer en esa ocasión a la hija de Efraín Huerta, Raquel Huerta-Nava, quien se encargó de hacer la Presentación de la antología. Una de esas mañanas nos encontramos en el restaurante del hotel a donde yo acudía a desayunar con Citlali y hablamos de la poesía he- rética y desafiante de su padre, que yo leí con un sentimiento de pasmo y revelación en mi último año de Preparatoria. No podía sino sentirme afortunado de haber obtenido ahora un galardón que lleva su nombre.
Saúl Martínez Aceves fue miembro del Taller Literario Ambrosía, del cual fui fundador y coordinador durante 9 años en la Biblioteca Pública Municipal Justo Sierra de Uruapan. Una vez ter- minado su ciclo, este taller desapareció y dio lugar a otros dos grupos, uno de ellos el Taller Literario Luvina, del que Don Saúl, como le decimos, es uno de sus miembros más comprometidos.
En una ocasión me dijo que había que reeditar mi Trilogía Herética. Este cuaderno de poesía forma parte de mi historial bibliográfico y yo pensaba más bien en la obra que estaba escribiendo. Me dijo que él se haría cargo del costo de la edición. Pasaron varios días antes de que Don Saúl me recordara su propuesta. Yo no estaba seguro si debía aceptar que él hiciera un gasto así. Fue cómo surgió la idea de hacer esta nueva edición. Mi agradecimiento especial para él.
Título: Trilogía Herética
Autor: Ramón Guzmán Ramos
Editorial: Silla vacía
Colección: Poesía
Año: 2017
Edición: Primera
Formato: Rústico
Páginas: 56
Ancho: 13.5 cm
Alto: 21.5 cm
ISBN: 978-607-97729-2-5
Precio: $80
Venta: https://bit.ly/2Ri2ICM
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